No somos científicos pero nos hemos estado documentando de la explicación del por qué el juego ayuda a evitar trastornos agresivos, depresiones u otros comportamientos anómalos del gato.
Por lo visto, la “culpable” de todo ello es la serotonina del cerebro.
Un nivel bajo de serotonina supone un aumento de la irritabilidad, la
agresividad y la depresión; tanto en humanos como en gatos.
Jugar aumenta el nivel de la sustancia química serotonina, produciendo sensación de bienestar y seguridad en el gato.
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